martes, 15 de abril de 2014

Que seas tú el motivo por el que pierda el autobús, por el que llegue tarde a casa cada día, a quedar con mis amigas, el motivo de mis retrasos en clase, el motivo de irme a dormir tan tarde y tener tanto sueño, el motivo de mis arañazos y de todos esos '¿y esa sonrisa por quien es?'. Que sea lo que sea, seas tú.


Y al final quedo como siempre, tendida en el suelo, seca de llorar, sintiendo otra vez todo lo contrario a lo que sentí a su lado. 
Lloviendo sin llover, calándome con los besos que no me da.  
Susurrando, sacando a la fuerza todos los 'te quiero' preparados.


Amando, amando como nadie querría amar.

Pero sí abrazos.

Y ya no sé como decirte
que a veces
no hay palabras suficientes.


Pero sí abrazos.


He tratado de aprender de los errores
y he tratado de ser mejor persona
porque lo aprendí de ti, que me llevabas de la mano.


Y de repente, la vela se apaga.

La mirada perdida en el texto, hurgando en cada pequeño rincón de tu cerebro mientras las sombras bailan al compás de la llama. Está todo tan tranquilo, tan relajado. Solo tienes que tumbarte aquí a mi lado, observar a la nada mientras tu cabeza se sumerge en un lago de pensamientos, transportándote a una tranquilidad tan magnifica como escasa hoy en día. Apagar las luces y encender el último cigarro que te quedó de la noche anterior, un vaso de té y una cama en la que sentarte y disfrutar de un sinfín de sensaciones, de esa magia del momento. Las sombras tintineando de un lado para otro mientras el leve olor a vainilla te hace viajar a otro mundo, a otro tiempo, a otra realidad donde las complicaciones solo son pequeños susurros tras un halo de relajación.




Qué es esta felicidad (que solo provocas tú), qué es que alguien te necesite, qué son estas ganas de que sea el día siguiente para pasarlo entero hablando contigo, qué son estas ganas de decírtelo todo.

Que alguien venga y me lo explique porque sigo sin entenderlo.



¿Y entonces qué somos?

Somos las ganas de abrazar a alguien a cada segundo. 
Somos como niños cuando nos enfadamos, como novios cuando nos dejamos de decir que nos queremos. 
Somos las ganas de luchar por la distancia si sabemos que cada uno está al otro lado. 
Somos las comeduras de coco de cada noche por un '¿y si me sustituye?'. 
Somos los buenos días de cada mañana, esa sonrisa al escucharnos por teléfono; al oír un 'quiero verte'. 
Somos... no sé, no somos nada sin dejar de ser algo. 



Black Moustache